¿Descansará en paz?

Publicado: 26/10/2015 en Uncategorized
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A la memoria de P. A.

Permítame un minuto para hablar de Jesús. No se vaya, querido lector ateo, no es del mesías de quien pretendo hacer mención, sino de mi creador. Así es, su servidor –Jean Rush- es sólo un alter ego, aunque al final no se supo quién fue realmente el autor de los “universos”.

Él siempre creyó que su funeral sería con sus seres queridos vestidos de negro –con estampados de bandas de rock-, que habría una banda de heavy metal amenizando el momento del entierro –directo sin ser velado- y que en su epitafio rezaría una frase de su banda favorita:

“Llora una guitarra,

llora en un rincón,

le faltan tus dedos,

tu calor”.

Sus deseos no pudieron estar más distintos a la realidad: se celebró un velorio, total que no se enteraría y, además, él no era uno de los dolientes que necesitaba dicho rito; la gente acudió de negro simplemente, nada de playeras estampadas; en el sepulcro tocó un grupo norteño, porque era lo único disponible y lo que le gustaba a los asistentes; todo eso se entiende, es necesario para vivir el duelo pero lo que escribieron en su epitafio fue una vil burla, de la cual hasta él mismo se hubiera reído:

Pobrecito de Lalito,

Quiso retar La Muerte,

Pensó que la vencería

Pero no corrió con tanta suerte.

¡Una calavera literaria muy mala! Hacía parecer que fue un suicidio, pero no fue así. A pesar de haber querido terminar como uno de sus tantos ídolos rockeros. Sin embargo, murió de un susto queriendo vencer su fobia a los gatos. Tremenda ironía, el chiste se cuenta solo.

No fue mucha la gente, al contrario de lo que se hubiera esperado porque tenía muchos “amigos”. Muchos de ellos ni se enteraron, incluso le seguían publicando contenido en su Facebook. Tampoco hubo altares con calaveritas de azúcar en su nombre por el Día de Muertos (2 de Noviembre).

Al principio hubo llanto de las personas más cercanas, después siguieron su vida como era de esperarse.

Su único legado soy yo, Jean Rush, quien con su muerte retorno a la vida como el ave fénix, o como un zombie, si así lo prefieren. De él no quedó recuerdo alguno, excepto un blog abandonado en el cual me atrevo a publicar este texto póstumo.

El blog regresa a la vida, la ironía se cuenta sola. Este es un ejercicio de Insectos Comunes, en donde teníamos que relatar nuestra propia muerte. Espero que les haya gustado. También los invito a pasar a leer los cuentos de mis compañeros:

Juicio final a la señorita Magar, por Esther Magar.
Cementerio, por Daniel Centeno.
Un amor imposible (Epitafio de mi propia muerte), por Manu LF.
Mis muertes, por LaRataGris.
No vale la pena morir, por Luis Ernesto Molina
comentarios
  1. «No fue mucha la gente, al contrario de lo que se hubiera esperado porque tenía muchos “amigos”. Muchos de ellos ni se enteraron, incluso le seguían publicando contenido en su Facebook.»

    Acá «amigos» y «facebook» suenan muy bien como finales de oración (porque suenan bien juntos, y precisamente por la ironía de ello).

    Vaya que no se me hubiera ocurrido que un alter-ego hablara por mí. Simplemente, ya muerto, me despersonalicé y me vi desde lejos.

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  2. icástico dice:

    Bueno, no le tengo miedo a los «zombis» así que adelante, ¡bien aparecido!

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  3. Martes de cuento dice:

    DEP

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