Era una fría noche de invierno cuando el joven Billy se acostó en su cama con su mente llena de sueños. Pero no eran sueños comunes y corrientes que cualquier niño podría tener. No, los sueños de Billy eran mucho más peculiares.

Desde que tenía memoria, Billy había soñado con ser dentista de unicornios. Sí, tal como lo leen. No era un sueño común para alguien de su edad, pero para él, era lo más natural del mundo. Todos los días, se imaginaba cómo sería trabajar en dientes tan majestuosos y brillantes como los de los unicornios.

En sus sueños, Billy era el mejor dentista de unicornios del mundo. Pasaba horas y horas puliendo los dientes y arreglando las caries de estas criaturas mágicas. Era una tarea delicada y requería mucha habilidad, pero él estaba seguro de que era su verdadero llamado.

Una noche, mientras dormía, Billy fue transportado a un mundo mágico lleno de unicornios. Podía verlos corriendo por las praderas, saltando por encima de los arroyos y revoloteando alrededor de las flores. Y en el centro de todo, había una gran torre hecha de cristal, la cual parecía ser el hogar de los unicornios más majestuosos y brillantes del mundo.

Mientras se acercaba a la torre, Billy notó que uno de los unicornios parecía estar en problemas. Tenía una gran cavidad en uno de sus dientes y se retorcía de dolor. Billy sabía que tenía que ayudarlo, así que entró a la torre y subió las escaleras hasta la cima.

Allí, encontró a la reina de los unicornios, quien lo recibió con los brazos abiertos. «Billy, hemos estado esperando tu llegada», dijo ella. «Sabemos que eres el mejor dentista de unicornios del mundo y necesitamos tu ayuda. Uno de nuestros unicornios está sufriendo porque le duele una muela y necesita de tu habilidad para curarla».

Billy asintió con la cabeza, tomando la herramienta que la reina le ofrecía, y descendió a la base de la torre, donde estaba el unicornio enfermo. Con cuidado, abrió la boca del unicornio y examinó la caries. Era grande y profunda, y sabía que necesitaría toda su habilidad para arreglarla.

Después de varias horas, la cavidad había sido reparada y el unicornio ya no sufría. Billy se levantó, sonriendo, y se dio cuenta de que su sueño se había hecho realidad. Era un verdadero dentista de unicornios.

A medida que salía de la torre, los unicornios comenzaron a rodearlo, celebrando su éxito. Billy estaba lleno de alegría y emoción. Había descubierto su verdadero propósito en la vida y había encontrado un lugar en el mundo donde podía ser él mismo.

Pero entonces, algo extraño comenzó a suceder. Los unicornios se desvanecieron en el aire y Billy se dio cuenta de que estaba despertando. Abrió los ojos, mirando al techo de su habitación. Se levantó de la cama, todavía abrumado por el sueño que acababa de tener.

¿Había sido real? ¿O todo había sido solo un sueño?

Billy se quedó parado en su habitación, mirando a su alrededor y tratando de descubrir si todo lo que había sucedido había sido real o simplemente una fantasía de su mente. Pero no había manera de saberlo con certeza.

Lo que sí sabía era que había descubierto algo importante sobre sí mismo. Sabía que quería ser dentista de unicornios. Y si bien sabía que tal vez no podría curar a verdaderos unicornios, estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para convertirse en el mejor dentista de su ciudad, aunque fuera para animales comunes y corrientes.

Así que Billy se levantó de la cama, se puso su bata y se dirigió a su escritorio, donde tenía un cuaderno y un lápiz. Comenzó a hacer una lista de todo lo que necesitaría para convertirse en un dentista real. Tenía que investigar qué necesitaba para estudiar en la escuela de dentistería y qué cursos debería tomar para aprender todo lo que necesitaba saber.

A medida que escribía, se dio cuenta de que había mucho trabajo por hacer, pero no le importaba. Había encontrado su verdadero llamado en la vida y estaba decidido a hacer todo lo posible para cumplir sus sueños. Y quién sabe, tal vez algún día podría encontrar un unicornio real y curarle sus dientes.

Con esa idea en mente, Billy se puso manos a la obra. Estudió con diligencia, se preparó para sus exámenes y se convirtió en un dentista experto. Con el tiempo, abrió su propia clínica dental y se convirtió en el dentista más respetado de su ciudad. Y aunque nunca encontró un unicornio real, se sintió feliz de haber cumplido sus sueños y de haber encontrado su verdadero propósito en la vida.

Ahora, cada vez que mira hacia atrás en aquel sueño extraño que tuvo cuando era niño, recuerda lo importante que fue para él. Aprendió que a veces los sueños más extraños pueden contener las claves de lo que realmente queremos en la vida, y que no debemos tener miedo de perseguirlos. Después de todo, ¿quién sabe lo que podríamos descubrir si solo seguimos nuestros sueños?

Había una vez un dentista llamado Hans, quien se especializaba en atender a los animales del bosque. Un día, recibió una llamada urgente de una madre preocupada por su hijo. El pequeño había estado llorando por días debido a un fuerte dolor de dientes. Hans se dirigió rápidamente a la casa de la familia y examinó la boca del niño. Descubrió que el problema era un diente de leche suelto y que ya estaba listo para caerse.

Con habilidad, Hans sacó el diente sin dolor y tranquilizó al niño. La madre agradecida le preguntó cómo podía agradecerle, a lo que el dentista respondió: «No se preocupe, solo difunda la palabra. Soy el mejor dentista de unicornios en el bosque».

El fin de los universos

Publicado: 27/07/2017 en Uncategorized

La gente se la pasa diciendo que sigamos a nuestro corazón, el mío desde hace tiempo me ruega dejar de latir. También dicen que debemos vencer nuestros miedos, yo sólo tuve dos: los gatos y la muerte; luche contra el primero en varias ocasiones y logré vencerlo; el segundo, espero superarlo esta noche. Si lo logro, ¿seré valiente por haberle hecho frente?, ¿o seré cobarde por decidir dejar de actuar en este teatro llamado vida? Como sea, no pedí ser parte del elenco. ¡Maldita sea! No puedo con tanta hipocresía social, la gente suele ser incongruente, dan consejos que no siguen ellos mismos. Son ellos quienes tienen miedo: miedo de enamorarse porque les romperán el corazón, lo dan por hecho; miedo de dejar su trabajo porque no encontrarán algo mejor; miedo del qué dirán, de irse al infierno, de ser juzgados, entre tantas otras cosas.

No es un secreto que mi libro favorito es el Conde de Montecristo, pero sí era un secreto el porqué. Cuando lo leí por primera vez me llevó a tomar la decisión de seguir actuando, con la idea de que algún día yo interpretaría a Edmundo Dantés y tomaría venganza contra la persona que me jodió la vida. Muchos dirán que yo lo permití, porque nada sucede si nosotros no lo permitimos. ¡Basura! Hay situaciones que son ajenas a nosotros y llegan a ser más fuertes porque nos dañan en lo más profundo, nos debilitan y acaban con nosotros. Aun así, traté de ser fuerte, por hacerle caso a la sociedad, y mi deseo de desistir se convirtió en una ailurofobia (otro secreto revelado).

Quizá haber luchado contra esa fobia, me ha despertado el deseo que desde hace años me taladraba la mente y que esta noche espero poder vencer. De no ser así, sólo será un acto más en esta obra, un drama extra en el guión.

En este momento no sé si todo esté dicho, sólo pienso en cuál sería el último track de mi banda sonora, qué diría la letra y cómo terminaría todo. Me gustaría que tuviera alguna frase inolvidable, que se quedara plasmada como se quedan las pinturas en los cuadros, como las esculturas en la piedra, pero no se me ha ocurrido nada, es por eso que seguiré la recomendación que le hizo Derek a su hermano Danny cuando menciona que «siempre hay alguien que lo ha hecho mejor que tú y que si no puedes superarlo, róbaselo y aprovéchate.» Así que he elegido el sentir de uno de los miembros del club: «Simplemente no sería justo ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar… Se me ha acabado la pasión, y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente.»

P. D. Ahórrense los mensajes en mi muro, les prometo que, si lo logro, no voy a leerlos.

Sin Cariño:

E. V. A. N.

Es increíble que tres años después sigo pensando lo mismo. Espero que el telón se cierre pronto. Quiero que la obra termine y no precisamente con un vivieron felices para siempre. Sino con un: no estaba solo y lo sabía, pero no lo sentía.

La diferencia es que ahora ya tengo la frase que finaliza esta oda: vive y deja morir.