Amo la música, hay una canción para toda ocasión y a veces llego a creer que está viva, sobretodo cuando es tanta la coincidencia que parece ambientar mi vida.
En una ocasión, cuando mi ex decidió romper conmigo, comenzó a sonar una voz que cantaba debes buscarte un nuevo amor. Me dolió tanto que tontamente quise ahogar mis penas en alcohol, mientras en casa de mi vecina de al lado, la voz de Vicente Fernández decía que se fueron consumiendo las botellas. Más tarde, me topé con la susodicha, en el momento justo en que un muchacho desafinado trataba de entonar ¿cómo te va mi amor?, pero eso fue hace mucho tiempo.
El caso de Gaby no fue distinto. No la describiré físicamente para que ustedes puedan pensar en su chica ideal, así era ella. Sin embargo, es necesario que les diga sobre su manía de categorizar todo. Cuando la conocí entré a su categoría de “conocidos» y, al poco tiempo, entré en la de “amigos”. Sobra decir que yo quería ser “algo más ”, lo cual no tardó en pasar. Lo supe un día después de invitarla a comer.
—Ahora perteneces a mi categoría de pretendientes —me dijo.
No supe cómo reaccionar, ¿pretendientes?, ¿cuántos somos?, ¿debo iniciar una organización con los otros? —pensé— al fin y al cabo teníamos el mismo objetivo, ¿no es esa la razón de ser de las organizaciones?
No tuve tiempo para responderle, cuando iba a hacerlo sonó su celular. Yo esperaba que el tono fuera aquella canción que dice no hay nada que no puedas oír, me está hablando mi ex, permíteme, deja ponerlo en su lugar, pero no, más bien fue cómo te extraño, me haces falta, mi amor. Hecho que quedó demostrado, puesto que él seguía teniéndola en sus números gratis y, en consecuencia le marcaba cada cinco minutos. Soporté veinte minutos, esperando para que me prestara la atención digna de un pretendiente. No sucedió, y a la quinta llamada me retiré, dejándole una nueva categoría, la de friend zone.
Posteriormente me dirigí al bar que está frente a la facultad, pedí una cerveza y, mientras me la estaba tomando oí algo que decía: piensa en mí, llora por mí, llámame a mí, no lo llames a él.
¡Qué diablos! —pensé— algún día encontraré a esa persona a la que pueda cantarle que la música es mi pasión, tú eres mi amor y entre los tres seremos canción.